12 junio 2012

Ronnie, mi amigo y yo

Recuerdo al ser niño, bastante niño, con apenas nueve años corretear por los estrechos callejones del casco histórico de Toledo. En ese entonces eran pocos los coches que subían a la parte vieja de la ciudad y podías ir dando patadas a una pelota o una lata por todas las calles con la tranquilidad de que nunca pasaba nada malo. Tal vez, ni siquiera supieras que es eso de “pasar algo malo”.



Mis abuelos solían darme cinco duros para comprar algunos cromos o canicas, en la pequeña tienda 
de una señora muy muy mayor. Yo era pequeño y aun así al bajar por la calle, Felipe el pescadero me daba los buenos días, o Juana la de la panadería, o Joaquin el de la ferretería. 
Han pasado tal vez 25 años y ya me empieza a costar recordar muchas de aquellas cosas, tal vez porque todo ha cambiado tanto que es imposible mirar tan atrás. Aun así de vez en cuando me vienen imágenes de aquel tiempo.
Me acuerdo de Marín, un señor muy agradable que tenia una tienda donde podías comprar galletas, leche, fruta y algunas cosas mas. Ni siquiera me atrevería a llamarlo supermercado.

Aquella gente eran personas, con sus defectos o sus envidias, unos distintos de otros. Con sus básculas antiguas y sus "no te preocupes, ya me pagas mañana", sus carretillas, o aquellos viejos mostradores de madera con un cajón para el dinero.

Tal vez todo avanza y todo evoluciona incluso todo va a mejor. Tal vez estamos tan preocupados en que todo avance y evolucione que nos hemos olvidado de las personas. Y ahora, hoy, las básculas pesan hasta el último milígramo, y ya no hacen falta carretillas ni cajones donde poner el dinero, tal vez todas esas cosas hayan avanzado, pero las personas no somos eso, cosas.

Mejoramos los coches, las casas, la tecnología, incluso conseguimos morir mas tarde. Aprietas un simple botón y puedes conseguir prácticamente cualquier cosa, llegar a cualquier sitio.

¿Y las personas?

Yo solo veo maquinas, números, miradas planas, vacías, gente que va o que viene de un lado a otro, gente encerrada en su pareja o sus hijos o en si mismo. Gente que se olvida de sentir por alguien que pueda vivir mas allá de su propio techo. Yo lo llamo supervivencia y no creo que eso sea ir a mejor. 
Números y máquinas que se olvidan del sentido de palabras como gracias, disculpe, por favor.
Sera que estoy mayor.

Y en medio de tanto día gris y noche oscura, recuerdas aquellas carreras de niño por Toledo y buscas ahora algo o alguien que no sea numero, ni maquina, ni gris ni oscuridad. Buscas sonrisa.

No lo encuentras hasta que dentro de lo estúpido o absurdo que puede ser todo, recuerdas que sólo existe una persona en el mundo que pueda entenderte cuando dices “Dios, O'sullivan es una maravilla”. 

Y mientras la gente piensa quien demonios es O'sullivan tu sabes que alguien habrá sonreído. Y donde nadie sabrá qué es eso de un 147, el volverá a sonreír. Y donde la gente verá a un tipo con cara de Mr Bean jugando, yo veré a un amigo, un amigo que ni el es una máquina, ni yo soy un número y nadie, excepto él, sabrá de cojones estoy hablando con aquel:  “Dios, Ronnie O'sullivan es una puta maravilla”.
Y da igual que el tiempo, oscuro y gris incluso, pase.... el siempre está ahí



Un 12 de junio de 2012.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias por el mejor regalo, sonrisas, recuerdos... Ronnie, Radio Head, Rd.