03 junio 2008

MARRAKECH II: Aprendiendo a sonreir

(Si se llama Marrakech II… será que hubo un Marrakech I, por si no lo leíste, solo eso).

Taxi!! TAaaaaaxii!

Gritar taxi en una calle marroquí viene a ser lo mismo que gritar “soy idiota y tengo dinero”. Y volver a gritarlo es decir “toma mi dinero….que yo, soy idiota”. Por suerte me di cuenta rápido de esto (de que soy idiota) y reculé que, por muy mal que suene esta palabra, no deja ser el noble acto de saber rectificar. Yo reculo, tu reculas, ellos…pues eso.



Viajero del tiempo, próxima estación, Plaza Djemaa El Fná.





Dedique siete segundos a sacar mi lado mas chungo, ser un hombre y no un empanao con una vieja bolsa de viaje. Se ser jodidamente chungo. Bueno, no tanto. Vale, un chungo indeciso. Eso.
Se me acerca un señor, un hombre marroquí, con un bigote marroquí y en un acento marroquí, me mira y me dice:

-“jamb la jam bala jam taxi?” (Y dale con el jamón)
A lo que le digo
-“oui”. Pero un oui de tipo duro. Añado “per cuant” (que es por cuanto en el famoso francés toledano”.

He leído muchas historias acerca del regateo. Es un puto arte, forma parte de ellos, es su naturaleza. Son los mejores del mundo, ellos inventaron el comercio antaño, y nadie como ellos para negociar. Disfrutan!

De toda la vida de Alá (ala´s life), un árabe te quiere vender a un precio alto y el sabe que te esta pidiendo mas de lo que debe, pero mentir es un acto grave a los ojos de Ala, por lo que no puede permitirse, tan fácilmente, el mentirte. Ellos quieren que tu les des otro precio, una vez que lo haces, el comerciante deja de mentirte para simplemente, negociar….Que tu seas idiota ante los ojos de Ala, no significa nada. Alá castiga a los mentirosos, no a los idiotas o los listos. Y listos, son muy listos. La teoría es fácil.


Babuchas 200 dice Mohamed, babuchas 100 dices tu, babuchas 160 dice Mohamed, babuchas 150 dices tu…y en seis segundos mohamed te acaba de vender unas babuchas que cuestan 20 Dirham, por 150, que es el precio que tu le has ofrecido, por lo que la conciencia de Moha, queda en total paz.

Son muchos años de babuchas.

Pero, ay amigos! Habéis ido a dar conmigo, fulano entre los fulanos, perro viejo, el más perro de los perros. Curtido en mil batallas, no os lo voy a poner nada fácil, os haré sudar para conseguir mi excaso dinero. He venido en busca de mi silencio y nada ni nadie me va a parar. Tengo mucha calle, mucha noche, camaradas. Conmigo no se juega… si no se sabe perder.

Ahí estaba yo, mi vieja gorra negra, mis viejos vaqueros rotos y mis pelos de perdido, delante del hombre taxista Y más tranquilo que Steve Mcqueen, le pregunto:

-“Tu as un taxi?” (Tú tienes un taxi?, digo yo, ¿no?)
-Oui, oui, 40 Dirhams au centre cite ? (Me comenta el señor entre medias de muchas, muchas palabras en marroquí dichas bastante rápidas).
A mi con viejos trucos de te hablo muy rápido para ponerte nervioso. Por un momento pienso que este señor se cree que atan los perros con longanizas. Y lánzole la famosa mirada de Red Buttler en lo que el viento se llevo, para preguntarle:
-Combien de il taxi coute? (mi francés no da para mas)
-40 Dirham (me dice mientras pone cara de “parece que hace calor” o de "tengo todo el dia para decirte 40 Dhms, amigo").
-Tres bien (muy bien) le digo.

Tres bien!

Y me monto en el taxi

Pero que mierda de regateo es eso? “Tres bien?”
Por que cojones le he dicho tres bien?
Donde está el mítico “he oído 25?”…. o el “talking to me” de robert de Niro?. Pero como no le dije el “make my day” (alegrame el DIA) de Clint Eastwood.?

Bah!

Tal vez porque no paraban de pasarme coches al lado, pitando y esquivándome, tal vez porque no paraba de hablar la gente, de ir venir, de correr, de frenar, acelerar, tal vez porque el hombre taxista tenia una mirada noble, o porque tenia miedo de que si le hubiese dicho 20 Dirhams, el mundo se hubiese parado y todo el mundo me hubiese señalado con el dedo, tal vez porque cuatro putos euros es lo que me cuesta en Madrid decirle a un taxista “parece que va a llover”… tal vez por lo que sea. Pero acepté.


Me puedo engañar pero mi primer regateo marrakechí, fue un puto desastre.

Maroc:1 Jorge:0. (En propia meta)

Ese hombre era entrañable. Cincuenta años, una foto de sus hijos en el viejísimo taxi mercedes, un poco de música, en su coche, supongo que el Fari de la zona, y una tranquilidad imposible en una ciudad de locos. Me encanta como este señor cuida con esmero su viejo coche. Supongo que para el, es su vida.
Me dio a entender (leo las manos), que no iríamos directos a la Medina para así poder ver el palacio. Al pasar por el palacio, lo señaló, orgulloso, presumido, y lo miró a la vez que lo hacia yo. Bonito.
Tal vez podía secuestrarme, llevarme al Sahara, robarme, violarme y descuartizarme, tal vez…

¿Y?

Llegamos a la Medina y antes de bajarme del taxi, sin darme cuenta, ya me había “enfrascado” en el segundo regateo. Un viejete me ofrecía acompañarme al Riad (hotel). Antes de que se hiciese muchas ilusiones le comente que “ merci mais, je conais le cite” (gracias pero conozco la ciudad). Por lo que el hombrecito, decidió irse.
Después de media hora andando en una ciudad donde es imposible todo y nada es posible, me rendí. Me sentía como si sueltas a un ratón desde un avión en el centro del Atlántico, completamente perdido.

Te leen la mente. Los niños en Marrakech, te leen la jodida mente. A la vez que en mi cabeza se creaba la idea de cómo demonios se ira a mi Riad, un niño de unos yo que se años, se me acerca me mira mi papel y me comenta que me puede llevar hasta el Riad.

Agotado del viaje, acepto la ayuda del joven y supongo que su propina querrá. Pero en esta ciudad de poco sirve pensar, se las saben todas. Ali me dijo se llamaba, por lo que supongo se llama de cualquier forma menos…Ali.
Andando con el chico, atento yo, veo como saluda a otro crío, que se une a nuestra marcha, para poco mas adelante saludar a un tercero que no duda en unirse a nosotros. Por un momento, me siento como el flautista de Amelia…

Los chicos se pierden, lo cual sospecho en el momento que no es más que un viejo truco para que yo piense que el Riad esta realmente difícil de encontrar y finalmente me llevan a la puerta en un callejón….sin salida.
Al darles la propina, 20 dirhams, el joven falso-Ali se indigna y me dice que son tres, que quiere mas.

A ver,

Callejón, tres contra uno, Marruecos, Alá, miradas que se cruzan, gestos con las manos, Alá, 3 > 1 … esto no tenia muy buena pinta. La búsqueda de mi silencio se encontraba perdida en un callejón donde tres chicos de unos 15 años me hablaban a la vez pidiéndome más dinero. Bruce Lee bien, pero... ¿yo? Con uno me hago, tal vez con dos... pero tres.




En ese momento recordé algo que nunca supe, y que siempre estuvo dentro de mí. Uno de esos tesoros que todos tenemos dentro, totalmente escondidos, difíciles de encontrar. Y que yo en ese momento, iba a empezar a conocer…. Aprender a sonreír.

Vivimos sumergidos en un mundo tan falso como nuestras sonrisas. Llenamos nuestras bocas de “me alegro de verte” “te echaba de menos” o “que bien que esto o lo otro” y no lo sentimos… es triste pero no lo sentimos. Eso no significa que seamos malas personas, no, ni mucho menos. Simplemente tenemos un jodido escudo ante todo, ¿escudo? ¿Qué escudo? El miedo.

Vivimos con un miedo a todo y a la nada (la nada esta detrás de todo, no lo olvides). Vivimos con miedo al abismo, a la soledad, al fracaso, al grito o al llanto de un ser querido, vivimos escondidos detrás de una piedra llamada miedo. Y olvidamos preciosos tesoros tan sencillos como la sonrisa verdadera. Llegar un día en la vida a sonreír porque si, porque ese músculo que escondemos en nuestra mandíbula siente la necesidad de soltarse, y acompañado del brillo de una mirada, forman la más sincera de las sonrisas. Eso si es vida coño. Sonreír, nada como sonreír de verdad.

Y ahí estaba yo, rodeado de tres jóvenes marroquíes, en un perdido callejón de Marrakech, y recordando una frase que leí en uno de esos libros antiguos: “son amables, se amable con ellos”. Olvida las apariencias.

Y no sin dejar de agarrar con fuerza mi viejo macuto, no sin descuidar lo que en cualquier momento puede ser algo inesperado, sonrío a los chicos, y les digo no te pienso dar mas pasta, se que me entiendes y no insistas.

No fue la mejor de mis sonrisas, pero sirvió de mucho. Los chicos, evidentemente siguieron en su insistencia, pero esta vez, ya sabían que “ no había donde rascar”.

Tal vez necesitaría esa sonrisa, verdadera, para encontrar a mi amigo el silencio.


El silencio vive en la sonrisa...

La sonrisa no se fuerza, simplemente viene a ti. Todo lo demás, son cuentos para no dormir.

Como si de una película de misterio se tratase, al ir en el taxi, me dí cuenta de que todas las motos, y son muchas, llevaban los espejos metidos hacia adentro. Por un momento mi lado más idiota, que es mucho lado, pensó que seria una tradición. Hay que ser idiota. Todo tendría respuesta mas adelante y mas adelante es ahora.

Cinco de la tarde, el sol pertenece a Marrakech. Lo deben alquilar y ponerlo sobre la ciudad. Joder que calor, me río yo de Cádiz. (salgo en esa foto de arriba!)

Salgo por el largo y vacío callejón del Riad, giro a la izquierda, tomo otro largo y vacío callejón, vuelvo a girar a la derecha y… el mundo se volvió loco.

El mejor regalo que me he hecho en mucho tiempo ha sido este pequeño viaje en el tiempo. Todo tiene precio en la sociedad donde inevitablemente vivimos. Todo “ya se sabe” todo es de todos y hasta tu mente has de compartir. La televisión, tu pareja, tus padres o tus hijos viven tan dentro de ti, que es imposible no sentir desnuda tu mente. Bienvenidos al primer mundo. Ese es nuestro legado, seamos todos iguales, pensemos lo mismo.
Cuando eso no te va, cuando sigues viviendo en la Mahou de setenta pelas, y sigues recordando esa melodía del Casio Vl, blanco. Cuando tus días de niño se terminaban a las diez con las noticias de José Luis Mariñas, cuando el UHF era eso donde veías quien sabe donde…cuando todo era distinto, tú eras feliz. Ahora, todo es igual…y puedes ser feliz, pero no te pases. No gusta que te pases de feliz.

Marrakech es un regalo. No puedo, no se! escribirte una sensación tan nueva para mi. Debe ser como volar cientos de años atrás. Andas por las calles, burros que te adelantan motos que te pitan, niños que corren vendedores de todo te hablan, unos van otros vienen y tu , en medio de eso, te sientes torpe. Recuerdo cuando era niño, bajaba corriendo, volando por las calles llenas de gente del viejo Toledo. Saludaba a Juan el panadero, y me asustaba con los cangrejos de Felipe el pescadero, una señora mayor me vendía cromos de uno en uno y canicas. Y la gente iba y venia. O vivo en la luna o nada es igual, todo cambia. Ya no huelen a Tomillo las calles de Toledo...

Marrakech no se escribe, se respira, se mira, se pierde, se piensa. Porque si hay algo que el tiempo no quiere que le hagas, es que viajes en el y, esta ciudad da miedo al mismísimo tiempo. Aquí tal vez, dentro de esta Medina, todo valga menos, incluso no valga nada, pero te puedes sentir mas persona que en un puto centro comercial. Detesto esos sitios, tan fríos.

Callejeas por los zocos, sombrios zocos, escondidos del sol y del tiempo, zocos donde no lo dudes, te vas a perder, quieras o no, te perderás porque no tienen principio, no tienen fin, e iras de un sonido a otro. Del olor del cuero al de las especias, de los reflejos de los miles de espejos que hay a las sombrías calles llenas de tapices. Todo se vende, todo es para ti si ofreces un buen precio. Iras de un lado a otro, huyendo de los vendedores, dando tumbos como un intruso en el pasado. Porque mis ojos, mis pelos mis labios, son del presente, y solo mi nueva sonrisa, me invita a este viaje por el tiempo.

Amigo, amigo. Te susurran al oído a todas horas. Amigo amigo. No cesan en su empeño. A cada amigo que escucho, devuelvo una sonrisa. Amigo, sonrisa, amigo sonrisa. Es el camino del silencio.
Tú me pides negocio, yo te sonrío. Tú insistes, te vuelvo a sonreír. No importa nada. Estoy bien, te regalo mi sonrisa.
Creo que perderse por un zoco en Marrakech, es una de esas cosas que hay que hacer. Dicen que todos los caminos conducen a Roma… metía yo a un Romano en un zoco. A ver si sale.

Sacar un plano en los zocos es como que un cervatillo meta su cabeza en una charca en el Serengueti para beber agua, delante de cien cocodrilos. Estas perdido. Los niños te intuyen, es rozar un plano y van a ti. Te indican lo que sea.



Un chico me preguntó qué buscaba, ¿la plaza grande? Me decía, ¿la koutoubia? Volvía a decirme. Con una sonrisa, le dije, mientras no dejaba de caminar si "había visto mi silencio".

Evidentemente me dijo que si, que le siguiese, el me llevaría a él, a mi silencio. Por un momento no supe si el chico me seguía a mi o yo a el. Andamos calles y calles, mientras el no paraba de mirarme y sonreír. Le volví a decir que no quería ir a la plaza, y el me dijo “no no, plaza no”. Finalmente, me llevo a la plaza, puso su mano, le di unas monedas, y seguí mi camino.

Reconozco que agota (casi tanto como leerme), el regateo agota. Todo agota, se vive intenso. Se habla intenso. Son intensos. Te muestran babuchas, mientras te dicen “amigo babuchas babuchas” y en el momento en que ven tu cara de no quiero babuchas, bajan el tono para susurrarte “costo rico, hachis bueno, hachis amigos” y al ver tu cara de “no me cuentes tu vida Ali” vuelven a elevar la voz “amigo babucha babucha”. En ese momento sonríes, cada vez mas dulce la sonrisa, y con un hasta luego hermano, sigues tu camino. Da igual. Les da igual. Absolutamente todo les da igual! He llegado a mantener, perdido en un Zouk, la siguiente conversación.

Marrakechí: Amigo, amigo babucha, bongos, te, ¿Qué quiere amigo? ¿te? ¿Babuchas? ¿Costo rico? ¿Armani? Tallin bonito, costo, “poros” buonos, amigo amigo, ¿lámpara? Amigo, ven ven amigo.

Digo conversación porque entre sus palabras yo miraba sonreia, me hacia el sordo, el ciego, el autista, el ido. Pero da igual. Todo les da igual. Dicen, dicen, y luego…dicen. Es increíble la destreza que tienen para “modular” su voz y al pasar por las palabras costo, has, poros, o fumá, bajan el tono suavemente.

Hay algo que va mas allá de mi razón, y ese algo, en Marrakech, es…Todo.

Buscando mi silencio, en un tren, junto a Ghita, encontré mi Ego. Aprendiendo a sonreír, en un zoco, me ofrecieron hasta mi alma. Te juro que por un momento pensé comprarla, estaba a mitad de precio. Barata, amigo, tu alma… barata. Pero decidí mirar otros puestos, por si la podía conseguir a mejor precio.

Sin silencio, con sonrisas para todos y amigos por todas partes, conseguí salir de los zocos. Un zumo en la plaza Dfema fna, solo pedía eso. Un zumo de naranja y un respiro.

Y llegas a la plaza y andas por la plaza y…

¿Quién eres? ¿Qué eres?. ¿Dónde has dejado tus trajes, tus horarios, discotecas, atascos, mensajes, carreras, reuniones, discusiones? ¿Dónde te has quedado? O… ¿Qué hay de ti?

Djemaa El Fná… asi suenan sus rincones cuando cae la noche.




…Santeros, encantadores de serpientes, niños, humoristas, ilusionistas, tios que bailan con una gallina en la cabeza, paseadores de monos, gitanos marroquíes que cantan e invocan a yo que coño se. Tribus, trubis y trobas! vendedores de zumos, tatuadotas de gena, brujos, predicadores (predicadoras), niños que boxean, corros y mas corros cada uno con su pequeña luz en el centro, merodeadores, muchos merodearodes… hay de todo. Es Djemaa El Fná… plaza loca.

No se han inventado las letras que definan esta plaza. Allí todo es loco. Un festín para un loco… pero el chico de la cobra, el adivino, los francesitos, los hamman, “Jorge ven” y mi silencio, son ya parte de otra historia…




3:25 a.m.











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