11:30 p.m. cierro los ojos. 11:30 p.m. abro los ojos.
Sentado en el suelo, con mi cabeza apoyada en la cama, un cigarro que llena de humo mi habitación. Una música de fondo, una música más, de la mucha música más, que suena en mi habitación con la única intención de disimular mi soledad. Miro al techo, me como el techo, reto al reloj, el tiempo pasa, y yo, lamentablemente, voy junto a el.
No puedo dormir, algo me jode por dentro, una maldita inquietud, supongo que esas inquietudes las tiene todo el mundo pero solo lo supongo porque hace tiempo que baje los brazos con la gente, no les hablo, no me escuchaban mucho, no sirve de mucho hablar, al final nunca pasa nada, elegí vivir solo, en mi mundo, lejos de ti. Necesito dinero para comer, para tabaco, para beber. Poco más. La radio tiene pilas, el gato tiene agua. El ventilador se mueve, aunque suena raro. Todo está en su sitio.
Ahora necesito saber que es eso que no me deja dormir. La voz de la chica que canta en mi habitación me inquieta tanto como me hipnotiza. Pienso si es ella lo que me está atormentando por dentro. O si ella sabe que es lo que me está jodiendo. Cuando estoy mal, pienso en mis últimos pasos, viajo hacia atrás, y busco que he hecho mal. Un trago mas. Uno mas.
Un jueves mas de Abril. Suena mi móvil y cuando no tienes amantes, tus amigos están bajo tierra y tus enemigos no piensan en avisarte de que te están buscando, es cuanto menos, extraño, que suene el móvil. Leo el mensaje, “cincuenta mil, solo hacer”. Lo leo varias veces, hacía mucho tiempo que no recibía esos mensajes. Cincuenta mil son euros y no me engaño, los necesito. El juego me esta dejando sin un duro, no paro de perder miles y miles, pienso que es una mala racha. Ya saldré. No lo se. Lo que está claro es que hay un hombre al que si no le devuelvo el dinero, me va a hacer bastante daño. Con suerte solo me matará.
No puedo esperar un golpe de suerte para recuperar ese dinero porque soy un tío con suerte….con muy mala suerte. No puedo creer como pude perder esa partida, pareja de ases no pierde.
Me he quedado atontado, mirando ese mensaje. “Solo hacer”, pienso. Solo hacer. Cuando esta gente dice solo hacer, es que es algo serio y lo quieren hacer ya. Solo hacer es una forma en clave de decirme, que no hay que esconder nada. Solo ir, dar y marcharse. El procedimiento es el de siempre, yo solo tengo que contestar, “donde y cuando” o no contestar. Necesito ese dinero. Necesito ese maldito dinero. Me repito una y otra vez, necesito ese puto dinero. La chica sigue cantando en mi habitación. La vida no es tan sencilla como que las cosas pasan, a veces, sin que nos demos cuenta, antes de que suceda algo, ya te lo están diciendo, pero no puedes darte cuenta. Somos muy estupidos y cuando dejamos de serlo, es un poco tarde para hacer locuras.
Un tiro de humo, mi mano alcanza el teléfono y escribo:
- “donde y cuando”.
Y en ese mismo momento ya no puedo echarme atrás.
Matar a alguien no es algo que me haga sentirme bien, pero por lo menos da sentido a algo, que mi vida esta vacía. Soy un error en esta sociedad, y así como ella me ha desahuciado, yo intento vengarme de su estupida justicia, de su supuesta felicidad, actuando así. Esto está bien, esto otro no. Las cosas no son así. Eso No tiene sentido, lo se, pero tan malo es matar a alguien como que a mi me dejen vivo. Además, necesito ese dinero. Sin amigos, con la familia lejos, con el corazón pisado por alguien nunca olvidado y una tos que no se va nunca, que mas da todo. Simplemente voy a cometer otro error más.
Me levando del suelo con mi dolor de espalda, voy a mi ducha y pienso que me van a decir, ellos, los malos en todo esto. Donde y cuando, intento que todo sea automático, cuanto menos pienses en el porque, mas tranquila estará mi cabeza. Por fin la chica de la radio se ha callado, no he escuchado nada de lo que ha dicho en la canción, pero tengo que reconocer que su voz era peligrosamente dulce. Pobre hombre, quien se enamore de ella, porque hasta el día que le diga “hemos terminado” sonara dulce. Empieza mí momento, un momento mío y para mí. Apago la radio y enciendo mi equipo de música. Un Bang and olufsen de cien mil pavos, con doce altavoces, tirados por todas partes. Busco en la torre de discos del suelo y lo encuentro. Pete Townsend entra en mi cabeza a la vez que Roger daltrey ilumina mi mirada. Todo es un sin sentido de lo mas dulce. Salgo de la ducha. La escoba del viejo vecino gruñón sigue golpeando su techo. Me gusta como suena el Substitute mezclado con esos golpes del vecino. Ya todo da igual, no pienso cambiar nada, no puedo cambiar nada.
“Calle Madera 25, cuarto derecha. Antes del viernes.” Ese escueto mensaje, será un macabro epitafio para alguien. Una muerte por 35 céntimos de mensaje.
Antes todo era planeado. Estudiaba los movimientos de la victima, su hora de entrada, su complexión, por donde saldría corriendo o como tenia que hacerlo para no dejar huellas. Ahora, todo me da igual, puedo abrir cualquier puerta de cualquier casa, haciendo menos ruido que un puto gato.
Puedo entrar a esa hora en que todo el mundo debería estar durmiendo, las tres cuarenta y cuatro de la mañana. Soy un romántico de la miseria, durante tres noches, desperté totalmente empapado en sudor a esa misma hora, miraba el despertador, las 3:44, me desperté de tres sueños en los que una pistola disparaba sobre mi pecho. Supongo que algo malo me pasara algún día a esa hora, y yo…desafió al destino actuando a esa hora. Nunca duermo antes de las tres cuarenta y cuatro. No quiero morir dormido, quiero ver a la muerte con mis ojos.
Es curioso, parece que en el fondo quiero que algo salga mal. Para que todo esto termine. Al cruzar por la calle con la policía, les miras como queriendo decirles, “va chicos, cogedme, soy yo, no lo veis? Cogedme! O seguiré actuando”. No se enteran de una mierda. Nunca me dicen nada, se entretienen quitando hash a los chavales del barrio.
Jueves, Tres de la mañana. La plaza esta totalmente en silencio, los mendigos parece que duermen. Yo me fumo un cigarro. Pienso, veo en mi mente, lo hago sencillo. Abres la puerta, vas a la cama y un certero golpe en la cabeza. Miras durante unos minutos, nada se mueve, te vas. Si la gente del mensaje no dijo nada raro, he de encontrarme a un tipo durmiendo, y he de pensar que muy buena gente no ha de ser, si no no estaría en esta situación.
Jueves, 3:30 a.m., tiro mi cigarro, lo piso. Respiro profundo. Me dirijo hacia la casa, miro hacia atrás, nadie en la calle. Nadie por ninguna parte. Abro el portal. Puedo abrir cualquier puerta. Es una de esas cualidades que de poco sirven en la vida. Como hacer el pino puente o ser capaz de apagar las velas con la yema de mi dedo índice.
Antes de subir, hago algo extraño. Miro los buzones, nunca lo hago y no se porque esta vez he tenido curiosidad. Miro, busco y leo:
Sentado en el suelo, con mi cabeza apoyada en la cama, un cigarro que llena de humo mi habitación. Una música de fondo, una música más, de la mucha música más, que suena en mi habitación con la única intención de disimular mi soledad. Miro al techo, me como el techo, reto al reloj, el tiempo pasa, y yo, lamentablemente, voy junto a el.
No puedo dormir, algo me jode por dentro, una maldita inquietud, supongo que esas inquietudes las tiene todo el mundo pero solo lo supongo porque hace tiempo que baje los brazos con la gente, no les hablo, no me escuchaban mucho, no sirve de mucho hablar, al final nunca pasa nada, elegí vivir solo, en mi mundo, lejos de ti. Necesito dinero para comer, para tabaco, para beber. Poco más. La radio tiene pilas, el gato tiene agua. El ventilador se mueve, aunque suena raro. Todo está en su sitio.
Ahora necesito saber que es eso que no me deja dormir. La voz de la chica que canta en mi habitación me inquieta tanto como me hipnotiza. Pienso si es ella lo que me está atormentando por dentro. O si ella sabe que es lo que me está jodiendo. Cuando estoy mal, pienso en mis últimos pasos, viajo hacia atrás, y busco que he hecho mal. Un trago mas. Uno mas.
Un jueves mas de Abril. Suena mi móvil y cuando no tienes amantes, tus amigos están bajo tierra y tus enemigos no piensan en avisarte de que te están buscando, es cuanto menos, extraño, que suene el móvil. Leo el mensaje, “cincuenta mil, solo hacer”. Lo leo varias veces, hacía mucho tiempo que no recibía esos mensajes. Cincuenta mil son euros y no me engaño, los necesito. El juego me esta dejando sin un duro, no paro de perder miles y miles, pienso que es una mala racha. Ya saldré. No lo se. Lo que está claro es que hay un hombre al que si no le devuelvo el dinero, me va a hacer bastante daño. Con suerte solo me matará.
No puedo esperar un golpe de suerte para recuperar ese dinero porque soy un tío con suerte….con muy mala suerte. No puedo creer como pude perder esa partida, pareja de ases no pierde.
Me he quedado atontado, mirando ese mensaje. “Solo hacer”, pienso. Solo hacer. Cuando esta gente dice solo hacer, es que es algo serio y lo quieren hacer ya. Solo hacer es una forma en clave de decirme, que no hay que esconder nada. Solo ir, dar y marcharse. El procedimiento es el de siempre, yo solo tengo que contestar, “donde y cuando” o no contestar. Necesito ese dinero. Necesito ese maldito dinero. Me repito una y otra vez, necesito ese puto dinero. La chica sigue cantando en mi habitación. La vida no es tan sencilla como que las cosas pasan, a veces, sin que nos demos cuenta, antes de que suceda algo, ya te lo están diciendo, pero no puedes darte cuenta. Somos muy estupidos y cuando dejamos de serlo, es un poco tarde para hacer locuras.
Un tiro de humo, mi mano alcanza el teléfono y escribo:
- “donde y cuando”.
Y en ese mismo momento ya no puedo echarme atrás.
Matar a alguien no es algo que me haga sentirme bien, pero por lo menos da sentido a algo, que mi vida esta vacía. Soy un error en esta sociedad, y así como ella me ha desahuciado, yo intento vengarme de su estupida justicia, de su supuesta felicidad, actuando así. Esto está bien, esto otro no. Las cosas no son así. Eso No tiene sentido, lo se, pero tan malo es matar a alguien como que a mi me dejen vivo. Además, necesito ese dinero. Sin amigos, con la familia lejos, con el corazón pisado por alguien nunca olvidado y una tos que no se va nunca, que mas da todo. Simplemente voy a cometer otro error más.
Me levando del suelo con mi dolor de espalda, voy a mi ducha y pienso que me van a decir, ellos, los malos en todo esto. Donde y cuando, intento que todo sea automático, cuanto menos pienses en el porque, mas tranquila estará mi cabeza. Por fin la chica de la radio se ha callado, no he escuchado nada de lo que ha dicho en la canción, pero tengo que reconocer que su voz era peligrosamente dulce. Pobre hombre, quien se enamore de ella, porque hasta el día que le diga “hemos terminado” sonara dulce. Empieza mí momento, un momento mío y para mí. Apago la radio y enciendo mi equipo de música. Un Bang and olufsen de cien mil pavos, con doce altavoces, tirados por todas partes. Busco en la torre de discos del suelo y lo encuentro. Pete Townsend entra en mi cabeza a la vez que Roger daltrey ilumina mi mirada. Todo es un sin sentido de lo mas dulce. Salgo de la ducha. La escoba del viejo vecino gruñón sigue golpeando su techo. Me gusta como suena el Substitute mezclado con esos golpes del vecino. Ya todo da igual, no pienso cambiar nada, no puedo cambiar nada.
“Calle Madera 25, cuarto derecha. Antes del viernes.” Ese escueto mensaje, será un macabro epitafio para alguien. Una muerte por 35 céntimos de mensaje.
Antes todo era planeado. Estudiaba los movimientos de la victima, su hora de entrada, su complexión, por donde saldría corriendo o como tenia que hacerlo para no dejar huellas. Ahora, todo me da igual, puedo abrir cualquier puerta de cualquier casa, haciendo menos ruido que un puto gato.
Puedo entrar a esa hora en que todo el mundo debería estar durmiendo, las tres cuarenta y cuatro de la mañana. Soy un romántico de la miseria, durante tres noches, desperté totalmente empapado en sudor a esa misma hora, miraba el despertador, las 3:44, me desperté de tres sueños en los que una pistola disparaba sobre mi pecho. Supongo que algo malo me pasara algún día a esa hora, y yo…desafió al destino actuando a esa hora. Nunca duermo antes de las tres cuarenta y cuatro. No quiero morir dormido, quiero ver a la muerte con mis ojos.
Es curioso, parece que en el fondo quiero que algo salga mal. Para que todo esto termine. Al cruzar por la calle con la policía, les miras como queriendo decirles, “va chicos, cogedme, soy yo, no lo veis? Cogedme! O seguiré actuando”. No se enteran de una mierda. Nunca me dicen nada, se entretienen quitando hash a los chavales del barrio.
Jueves, Tres de la mañana. La plaza esta totalmente en silencio, los mendigos parece que duermen. Yo me fumo un cigarro. Pienso, veo en mi mente, lo hago sencillo. Abres la puerta, vas a la cama y un certero golpe en la cabeza. Miras durante unos minutos, nada se mueve, te vas. Si la gente del mensaje no dijo nada raro, he de encontrarme a un tipo durmiendo, y he de pensar que muy buena gente no ha de ser, si no no estaría en esta situación.
Jueves, 3:30 a.m., tiro mi cigarro, lo piso. Respiro profundo. Me dirijo hacia la casa, miro hacia atrás, nadie en la calle. Nadie por ninguna parte. Abro el portal. Puedo abrir cualquier puerta. Es una de esas cualidades que de poco sirven en la vida. Como hacer el pino puente o ser capaz de apagar las velas con la yema de mi dedo índice.
Antes de subir, hago algo extraño. Miro los buzones, nunca lo hago y no se porque esta vez he tenido curiosidad. Miro, busco y leo:
4º D “Sheila Down”.
Subo las escaleras sin encender la luz. A mi ritmo, llego al cuarto. Paro delante de la puerta. El ruido de un viejo aire acondicionado no me deja escuchar más allá. Eso me inquieta un poco. En mis vaqueros, una pequeña pero contundente barra de acero y un viejo machete. Debería ser suficiente. Entro en el apartamento. Algo no va bien. La puerta del baño deja salir una luz y puedo escuchar el agua de la ducha caer. Por un espejo veo que nadie duerme en la cama del pequeño apartamento. Con la barra en la mano, ando tranquilo hacia el baño. Sobre la mesa, fotos de gente, extraña gente intercambiándose mercancías. Ropa interior de mujer en el suelo. Un pequeño camisón negro en la cama. No pensé que fuese una chica mi victima. Sigo acercándome a la ducha, sigiloso, miro por el pequeño hueco de la puerta, solo necesito saber si la chica esta de espaldas a mi. Eso será suficiente. Si no es así. Me iré, y volveré otro día. Ella canta. El baño lleno de vapor del agua caliente. Canta realmente bien. Pero no puedo pensar.
No tengo que pensar. Ya no es el momento de atormentarme más. Cambio su voz por la guitarra de Townsend. Entro rápido, con violencia golpeo su cabeza, dos veces. Con tanta fuerza que rompo los cristales de su ducha. La chica, cae al suelo. El agua ensangrentada. Su voz sigue sonando en mi cabeza. No soy capaz de sacar su voz de mi cabeza. El agua cae sobre mí, la chica en el suelo, no se mueve. Respiro muy profundo. Mi corazón bombea con fuerza. Me cuesta respirar. No soy nadie, y sigo sin serlo. Cierro el grifo del agua con mis guantes, viejos, empapados. Cubro a la joven y bella chica con una toalla. Mi mirada se pierde, en lo que se empezaba a terminar. Cojo las misteriosas fotos. Me marcho. Vacío.
Voy a la vieja plaza de la estación. Junto a los mendigos. Uno de ellos me mira, se asusta como si en mis ojos viese mi macabro acto. No dice nada. Cojo unos cartones, duermo allí por una hora. Una vez se ha secado mi ropa sigo mi camino. Esos paseos por el viejo Madrid. Sin nada que pensar. Con la voz de la chica, cantando en francés… dentro de mi cabeza. Ella no era nadie, yo no soy nadie. Ya esta hecho. Ella cantaba no me dejes, no me dejes…hasta después de mi muerte. Para cubrir tu cuerpo. De oro y de luz. Todo terminó. No me dejes. No voy a llorar más.
Llego a casa. Dejo las fotos sobre mi cama. Me siento, enciendo un cigarro. Silencio al silencio de mi habitación con mi vieja radio. Esa voz. En la radio, es ella. Es la voz de la chica del baño. Me vuelvo a decir, nunca mas Jorge, termina con todo esto. Mis manos mataron su voz y su voz, dio vida a mis manos. Todo se puede cambiar. Ya queda poco. Sábado noche, un mensaje, “nos vemos en el concierto de la señorita Blanco”. Allí, me entregarán el dinero. Lo cogeré, sin preguntas, tomare una copa. Me marcharé.
Sábado. Tomo una ducha caliente, siempre tienes miedo de que sea tu puerta la que se abre, y tu cuerpo el que vaya al suelo. Pero si tiene que pasar, va a pasar. Meto en mi maleta un poco de ropa, un poco de música, preparo esa sucia maleta. Recogeré ese dinero y me iré al aeropuerto. Un billete a Buenos aires. Ese es el sitio donde quiero empezar mi vida. O terminarla. No lo se. Todo se puede cambiar. Todo se puede cambiar. Solo dos días, todo habrá cambiado. No más llamadas. No mas guantes negros, ni baños de rojo, no mas cerraduras de madrugada.
Llego al café, apoyado en la barra, espero la mirada de algún hombre con maletín. La espera se hace eterna. Pido un ruso negro. Mientras lo tomo, la señorita blanco canta entre el humo. Su voz llena el local. Un joven con barba hace unos suaves coros. Parece buena gente. Pero su corazon es débil. Ha sufrido, lo puedo ver. Me atrae la buena gente. La gente escucha entusiasmada, el sitio es pequeño. Una chica sonrie, desde una mesa, me resulta graciosa su sonrisa y otro chico con los ojos llorosos, hace sonar sus dedos y silba la dulce cancion, que tal vez, nunca debí escuchar. ¿por que esta gente hace que todo parezca tan dulce? ¿que mundo es real, el de ellos, o el otro? Me hacen dudar. ¿por que hablan de amor? ¿no se acaba nunca?... tengo un nudo en la garganta.
Entra un hombre, gabardina, una cicatriz en su rostro y un maletín. Se sienta a mi lado. Deja su maletín, pide cambio de veinte. Se marcha. No puedo irme, la voz de esa chica, me ha paralizado. Y empiezo a sentir. Me he equivocado en tantas cosas. Terminó mi ruso, cojo el maletín, miro a la chica. Mientras canta, su mirada asustada, con su cabeza, hace un pequeño giro, lento, como diciendo no te marches. Dice despacio, no lo hagas. See me feel me. Demasiado tarde.
Salgo del local, un coche, negro frente a mi, a escasos metros, un arma, dos disparos en mi pecho.
3:44 a.m. abro los ojos.
3:44 a.m. Cierro los ojos.
Salgo del local, un coche, negro frente a mi, a escasos metros, un arma, dos disparos en mi pecho.
3:44 a.m. abro los ojos.
3:44 a.m. Cierro los ojos.
Para Gema y Sheila